Comienzo a escribir estas líneas pensando: ¿DeRose tendrá vida eterna? Un fácil acertijo cuya respuesta, todos conocemos. Comparto esta pregunta con el deseo de generar una reflexión íntima al regresar de Sao Paulo, en donde una vez más tuve el honor de compartir tres días completos, lado a lado, con nuestro querido Educador.
Llegué el día viernes y me sumé a su vida dinámica y cargada de docencia, logrando sumergirme en actividades y momentos diversos, en donde siempre se rescata el ejemplo, la palabra justa, el silencio valioso y el afecto que llega de distintas formas. Con la espontaneidad y la simpleza propia de los grandes educadores.
En los momentos de esparcimiento también está presente el detalle aleccionador. Desde el restaurante especialmente elegido con delicadeza para compartir una sabrosa y agradable comida, hasta el paseo por el parque, disfrutando de las corridas de Jáya, su ángel peludo, como le gusta llamar a su compañerita. Todo está impregnado de un deseo de enseñar y compartir saberes que brotan con generosidad.
No hay comunidad, credo, disciplina o artesanía que no tenga sus Maestros y discípulos, sus profesores y aprendices. El conocimiento es transmisión. Los Maestros protegen e imponen la memoria. Los discípulos realzan, diseminan o traicionan la identidad del saber.
Es esencial estar cerca del Maestro, incorporar su estilo, su manera de andar por la vida, el uso en la práctica de los conceptos de nuestra Cultura. De esta forma, simple y natural, llegará a nuestros alumnos y personas queridas, como el agua de deshielo que se desliza desde lo alto de las cumbres nevadas.
Estoy en el avión, regresando a mi querida Buenos Aires, y sé que cuando los días vayan pasando sin poder estar a su lado recordaré estos días juntos, con un deseo creciente de volver a encontrarlo para que haya menos sombras y más luz. Nada más acertado que la definición de iluminador en lugar de iluminado, como le ha gustado definirse con justeza.
Escribo esto en la necesidad sincera de alertar a los alumnos e instructores, para que no pierdan tiempo, para que se aproximen a él, que participen de sus inspirados cursos y disertaciones, como así también que lleguen delicadamente hasta la frontera de su intimidad, a la cual y cuando la oportunidad sea propicia, podrán ingresar. DeRose, un manantial que está allí, para dar y perpetuar su saber en cada uno de nosotros.
Gracias Maestro, por permitirme ser tu amigo y discípulo.
Edgardo Caramella